<p class=»ue-c-article__paragraph»>as manos son lo único que se ve de Pat Flynn en los vídeos cortos y en formato vertical que sube a su canal de YouTube Short Pocket Monster, con cerca de un millón de seguidores. Es la evolución de otro, Deep Pocket Monster -este supera ampliamente el millón de suscriptores-, que dedica a la misma afición: el juego de cartas coleccionables de Pokémon. Pero volvamos al vídeo. En él, Flynn plantea una pregunta sencilla, siempre la misma, que suena como si fuese la sintonía de un anuncio mientras sostiene un sobre de este juego. «<strong>¿Debería abrirlo o debería mantenerlo cerrado?</strong>». Normalmente hace lo primero y, tras mostrar las cartas que obtiene y el precio que tienen en el mercado, queda claro que debería haber hecho lo segundo.</p>
La afición se enfrenta a una paradoja: hay tanta gente interesada en ella que nadie puede comprar las nuevas ediciones
as manos son lo único que se ve de Pat Flynn en los vídeos cortos y en formato vertical que sube a su canal de YouTube Short Pocket Monster, con cerca de un millón de seguidores. Es la evolución de otro, Deep Pocket Monster -este supera ampliamente el millón de suscriptores-, que dedica a la misma afición: el juego de cartas coleccionables de Pokémon. Pero volvamos al vídeo. En él, Flynn plantea una pregunta sencilla, siempre la misma, que suena como si fuese la sintonía de un anuncio mientras sostiene un sobre de este juego. «¿Debería abrirlo o debería mantenerlo cerrado?«. Normalmente hace lo primero y, tras mostrar las cartas que obtiene y el precio que tienen en el mercado, queda claro que debería haber hecho lo segundo.
Con cada vídeo, Flynn pierde varios cientos de dólares y gana varios cientos de miles de visualizaciones. O millones, aunque esto generalmente ocurre porque ha perdido mucho más dinero… o porque lo ha ganado. No es el único: varios youtubers españoles se han sumado a esta moda de abrir sobres para ver si contienen tesoros o simplemente cartón. Y esta afición podría suponer el fin del juego de cartas, ya que la especulación hace que cada vez sea más difícil adquirir el producto para quienes únicamente buscan jugar. La propia empresa editora, The Pokémon Company -que controla los productos y las licencias de la celebérrima franquicia y es propiedad, en parte, de Nintendo- ha tenido que emitir un comunicado reconociendo el problema y prometiendo soluciones.
«Somos conscientes de que algunos fans pueden experimentar dificultades al comprar algunos productos de [la expansión] Scarlet Violet Prismatic Evolutions», afirmaban. «Comprendemos que este inconveniente puede resultar frustrante para los fans y estamos trabajando activamente para imprimir más cantidad de los productos Pokémon TCG impactados lo más rápido posible y a la mayor capacidad para solucionarlo».
Puede parecer exagerado, pero viendo los vídeos que se muestran en redes sociales cuando se lanzan nuevas colecciones dejan claro que no lo es. En ellos, decenas de personas acuden a toda prisa a por las cajas de sobres cada vez que llegan a cadenas como Walmart. En otro más reciente se ve la posible solución -a este caos, no al problema subyacente- que adopta Costco, que consiste en organizar colas y limitar el número de unidades que se lleva cada persona. No evita la especulación, pues se siguen agotando en minutos, pero al menos nadie sale herido.
Para comprender esta situación es necesario entender el sector de los juegos de cartas coleccionables. Cada uno tiene sus propias reglas y funcionamiento, pero sí suelen tener en común cómo se consiguen las cartas: vienen dentro de sobres sellados que contienen un número concreto de ellas, generalmente con distintas rarezas (comunes, infrecuentes, raras o productos que aparecen con aún menor frecuencia, ni siquiera uno por sobre). Y, normalmente, cuanto más difícil de ver es una carta, mejor es su efecto. Piense en el ajedrez e imagine una partida en la que todas sus fichas son reinas: claramente tendrá una ventaja frente al rival. A esto se suman también las versiones especiales con algún tipo de modificación estética -un dibujo distinto, una capa brillante- que no influye en el juego, pero sí en lo deseable que es este naipe. Volviendo al tablero de las 64 casillas, es el equivalente a usar fichas de un metal precioso o del ajedrez del Real Madrid, si lo prefiere; al rival le dará igual que el peón contrario valga literalmente su peso en oro o porte la camiseta de Luka Modric, pero al jugador le permite presumir o personalizar su afición.
«Las cartas tienen unos valores por la rareza que tienen, por el estado que tienen y, sobre todo, por la escasez», resume Francisco Liñán. Conocido en redes como Pokemillón, ha combinado ambos mundos. Tiene una tienda en línea en la que ofrece la posibilidad de adquirir -con descuento- los productos sellados que él después abre en directo en su canal de Twitch. Una vez descubierto el tesoro, envía las cartas al comprador. «Creo que también hay un componente social de abrir los sobres delante de mucha gente: hay una carta muy buena y todo el mundo está viendo que me ha salido», explica a Actualidad Económica.
Liñán contextualiza también este repentino auge tanto de las cartas de Pokémon como de la lotería de los sobres. «Se está replicando lo que pasó pospandemia, en el 2021», ilustra. «Durante la pandemia mucha gente volvió a las cartas porque con tanto tiempo libre miraban lo que tenían en los áticos, en los sótanos o por casa en los cajones para vaciar y aparecían cartas antiguas», relata. Esto hizo que mucha gente, por nostalgia o, sencillamente, aburrimiento confinado, quisiese recuperar la afición. La consecuencia fue que se disparó el interés y, con él, las ventas.
En este caso, el catalizador ha sido Pokémon Pocket, la versión para móviles del juego de cartas. Sin embargo, la diferencia está en que «en 2021 a los seis meses se cansó», detalla Liñán, pero «ahora tienen la alerta constante en el móvil de ‘tienes un sobre para abrir’ con Pocket». «Hay una escasez artificial, que está creada por Pokémon, y en cada expansión que sale lo que hacen es poner ciertas cartas que son muy difíciles de conseguir», continúa el experto. Son esas cartas más útiles o con diseños más especiales; estas últimas pueden llegar a esconderse en uno de cada 300 o incluso 1.000 sobres. «Eso sumado a que prácticamente a Europa no llega nada del stock mundial de Pokémon porque se lo queda todo Estados Unidos [donde están las imprentas] hace que haya una demanda absurda y no se pueda cubrir». Tienen un problema, explica, «porque hay mucha más gente ahora mismo que quiere comprar cartas de lo que pueden producir».
En este punto se empieza a comprender por qué Pat Flynn se pregunta si debería abrir el sobre o mantenerlo cerrado. Uno de una de las primeras ediciones se vende en la tienda de Pokemillon por 299,90 euros, pero una de las cartas más buscadas, Charizard, está disponible por 799 euros. No obstante, otras apenas cubren una fracción del coste del sobre.
Las compañías son conscientes de esta disparidad de precios y publican con qué frecuencia aparecen las cartas de distintas rarezas en los sobres. Sin embargo, generalmente obvian el mercado secundario o hablan de él desde la distancia, como algo ajeno a su actividad. No lo hacen por falta de interés -no deja de ser una de las claves de este entretenimiento-, sino por un motivo algo más peliagudo: les puede suponer un problema. Un juego de cartas coleccionables es una cosa; un sobre que puede contener un importante premio monetario, otra muy distinta. Especialmente si le preguntan a los reguladores.
Así, las empresas editoras pueden lanzar cartas cada vez más difíciles de conseguir y atractivas para los coleccionistas o jugadores, pero lo hacen siempre sin decir explícitamente que pueden valer cientos, miles o incluso millones de euros. Que, aunque no es lo común, no es una exageración: en 2023, una carta única en el mundo de otro juego, Magic: El encuentro, basada en el anillo único creado por Sauron en El señor de los anillos fue vendida -al muy aficionado rapero Post Malone, ni más ni menos- por dos millones de dólares. La colección también tenía versiones algo menos exclusivas -de 300, 700 y 900 unidades, otro guiño al autor- de otros anillos que hoy pueden costar hasta 5.000 euros.
Las cartas más caras de Pokémon, según el precio, en dólares, que alcanzaron en el mercado secundario.
5,2 millones.1998 Pokemon Japanese Promo Illustrator – Holo CoroCoro Comics.
493.230. 1995 Pokemon Japanese Topsun Charizard, Scarce Blue Back
444.000. 1998 Pokemon Japanese Promo Trophy Pikachu Silver 2nd-2nd Tournament
La referencia a Tolkien no es baladí. Magic es considerado un mejor juego como tal, más complejo y con un mayor entorno competitivo. Sin embargo, sus personajes e historias apenas son conocidos -hubo un amago de serie de Netflix que no llegó a nada- para el gran público. Pokémon es universal: ¿quién no ha escuchado su famoso lema hazte con todos? «Pokémon es una propiedad intelectual muy grande; está ahí compitiendo con Disney prácticamente y plantándole cara«, recuerda Liñán. «Esto hace que todo el mundo quiera tener cartas Pokémon porque o ha jugado los videojuegos, o ha visto la serie o la película o tiene nostalgia que cuando era pequeño». Pero no todo el mundo puede hacerlo.
«Ha hecho que las cajas de productos suban de precio, que las cartas suban de precio, que el coleccionista no puede acabar colecciones y que el jugador no pueda comprar cartas para jugar», enumera Liñán. A pesar de ello, cree que «la gente tardará más en cansarse» que tras el boom de 2021. Todo, en un contexto en el que «tienen las imprentas 24 horas siete días a la semana imprimiendo y aún así no cubren la demanda». «Pokémon sabe que tiene la gallina de los huevos de oro y la va explotando como quiere».
Actualidad Económica