<p>Europa es mi favorita siempre, aunque juegue de visitante. Se lo debemos a <strong>Seve</strong>». Este fin de semana se está disputando la <strong>Ryder Cup, </strong>algo así como un Mundial de golf con solo dos equipos: Europa y EEUU. El aficionado que se apresta a animar al primero no es precisamente un hooligan. Se llama <strong>Javier Tabernero</strong> y es presidente y CEO de<strong> Canon </strong>España, Italia y Portugal</p>
Tres altos directivos explican su pasión en plena disputa de la Ryder Cup y con Trump impulsando la «diplomacia del golf» por todo el mundo.
Europa es mi favorita siempre, aunque juegue de visitante. Se lo debemos a Seve«. Este fin de semana se está disputando la Ryder Cup, algo así como un Mundial de golf con solo dos equipos: Europa y EEUU. El aficionado que se apresta a animar al primero no es precisamente un hooligan. Se llama Javier Tabernero y es presidente y CEO de Canon España, Italia y Portugal
Recuerda Tabernero que esta vez le toca de local a los americanos. En concreto, se está jugando en el Bethpage Black Course de Nueva York, o sea, el estado en el que nació Donald Trump. Desde la cuna del golf, Gran Bretaña, la muy tradicional revista The Spectator publicó en verano un reportaje titulado «Cómo ha convertido Trump el golf en una herramienta diplomática». El subtítulo aseguraba que «los líderes mundiales en busca de una promoción están practicando sus drives».
Cuando el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, visitó la Casa Blanca en mayo, se llevó a los jugadores Ernie Els y Retief Goosen para impresionar a Trump, que en sus primeros seis meses de mandato ya había jugado 304 rondas, frente a las 306 de Barack Obama en todo su mandato. Y aún está muy por detrás de Eisenhower o Wilson.
Nada nuevo bajo el sol. El golf lleva tiempo ejerciendo de deporte rey entre los altos directivos de todo tipo de empresas. ¿Y qué mayor empresa que el Gobierno de EEUU, sobre todo con alguien como Trump al frente? Adolfo Roldán, director de Banca Privada en Creand Wealth Management, sostiene que «el golf se ha convertido en un territorio donde deporte, negocios y relaciones sociales se entrelazan con sorprendente naturalidad».
Recuerda que «la Real Federación Española de Golf destaca que los torneos corporativos son el motor principal de nuevos socios en clubes privados». Y en el ámbito académico «se ha analizado cómo el golf potencia habilidades blandas como la paciencia, la planificación estratégica y el autocontrol emocional». Roldán tira incluso del argot para concluir: «En corto: el golf permite combinar networking, ejercicio moderado y la posibilidad de hablar de EBITDA mientras se intenta salvar un par complicado». Además, enseña tres cosas cruciales para un directivo: «Gestión del error: cada golpe fallado obliga a reaccionar rápido y mantener la calma, igual que cuando un plan estratégico se tuerce; visión a largo plazo: un campo de 18 hoyos no se gana en uno, igual que una empresa no triunfa por un trimestre brillante, sino por la constancia; liderazgo sereno: golf es decidir con cabeza fría, incluso bajo presión».
Javier Jover, director general de Dojo en España, lo resume en «autocontrol, capacidad de mejora continua y pensamiento a largo plazo». También «desarrolla la capacidad de gestionar múltiples factores simultáneamente. Puedes estar jugando tu mejor partida, pero el viento, la lluvia o el estado del campo pueden influir en el resultado». Pero, sobre todo, valora la «capacidad especial» de este deporte «para generar espacios de diálogo y entendimiento. Al ser un deporte pausado, en el que compartes varias horas en un entorno relajado, las conversaciones se suceden con una naturalidad que no es posible en otros contextos más formales».
Según él, la pasión de empresarios y directivos por el golf se debe a que «es un deporte muy competitivo y ofrece un sistema de medición claro: el número de golpes en 18 hoyos. Te permite competir contra otros jugadores y, al mismo tiempo, contra ti mismo, con el objetivo de superarte respecto a tu propio desempeño anterior. Esto refleja perfectamente la dinámica del mundo empresarial. A esto hay que añadir que el golf es inclusivo, apto para todas las edades, y el sistema de «handicap» permite que cualquier jugador pueda competir de manera equilibrada».
En ese punto abunda Tabernero: «Creo que muchos directivos de mi generación jugamos al golf porque ya no podemos practicar deportes de contacto como baloncesto o fútbol o de impacto, como el tenis. El deporte en general te aporta mucho en la vida. Te da beneficios en materia de salud, te aporta alegría, actividad social, desconexión, la posibilidad de expulsar tensión, hacer amistades, ser humildes, etc». Es más escéptico, sin embargo, respecto a su utilidad para el networking: «Hay otras actividades mucho más efectivas que pasar cuatro horas con solo unas tres personas jugando y centrados en el golf».
Jover sí que lo ve: «Pasar un día entero en el campo, compartiendo retos y conversaciones, te ayuda a hacerte una mejor idea de la persona que tienes enfrente. Obviamente, sirve para hablar de negocios, pero también es importante para generar más confianza, cercanía y autenticidad, lo cual es positivo a la hora de sentar las bases de una relación de trabajo. Recuerdo una partida en la que coincidí con un directivo de una firma tech en la que, al principio, comenzamos hablando de forma casual sobre un golpe complicado y acabamos charlando de los retos profesionales de cada uno en su sector».
Además, puede ser útil para evaluar a los colaboradores. «Una persona que se enfada por un putt fallado, ¿cómo reaccionará ante un cliente perdido? Y aquella que sonríe y sigue, ¿no es la que querrías como aliada en una negociación difícil? He visto a personas que luego trabajaron juntas consolidar su confianza después de 18 hoyos, mucho más que tras decenas de reuniones en salas frías con proyectores encendidos», dice Roldán.
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