<p><strong>Leica </strong>celebra este año su <strong>centenario</strong>. Ninguna marca deja pasar semejante efeméride sin resistir la tentación de guardarse un as en la manga. Para arrancar, la compañía de <strong>Wetzlar</strong> desveló a mediados de enero la <strong>SL3-S</strong>, una cámara de <strong>24 megapíxeles de diseño Bauhaus</strong>, con autoenfoque mejorado y pensada para creadores de contenido que oscilan entre la fotografía y el vídeo.</p>
La marca alemana arranca fuerte 2025 con el lanzamiento de la SL3-S, pero será su línea de cámaras más emblemática la que marque el pulso de los 100 años
Leica celebra este año su centenario. Ninguna marca deja pasar semejante efeméride sin resistir la tentación de guardarse un as en la manga. Para arrancar, la compañía de Wetzlar desveló a mediados de enero la SL3-S, una cámara de 24 megapíxeles de diseño Bauhaus, con autoenfoque mejorado y pensada para creadores de contenido que oscilan entre la fotografía y el vídeo.
Se trata sólo del extremo de un hilo que deparará más novedades. A Leica le gusta exprimir sus ciclos. Si estrena una Q3, su gama más vendida, la que funciona como motor de los 554 millones facturados en el ejercicio fiscal 2023/2024, sobre esa base se itera con versiones especiales que encierran pequeños retoques, generalmente estéticos, aunque a veces vayan más allá. La Q3 43, por ejemplo, introduce en esta categoría de cámaras con óptica fija una focal inédita hasta la fecha, 43 milímetros con una apertura máxima de f2 y la etiqueta APO, específicamente ideada para reducir a su mínima expresión las aberraciones cromáticas y esféricas.
La teoría de la pirámide halla su máxima expresión en las telemétricas Leica M, la seña de identidad de la casa germana, el instrumento al que recurren desde hace 70 años algunas de las eminencias de este arte. Tras la aparición de la M11 (2022) tomaron el testigo la M11M (2023), una cámara que sólo fotografía en blanco y negro, prescindiendo de los filtros Bayer; la M11-P (2023), muy similar a la primera; y la M11-D (2024), cuya gran novedad consiste en prescindir de la pantalla digital situada en la trasera de la cámara para enfocar con ayuda electrónica o visualizar imágenes ya tomadas.
Se rumorea que la mejor pirotecnia del centenario partirá precisamente de una renovación, tal vez disruptiva, de la rama telemétrica. En una cámara de estas características, el visor no es digital sino óptico y hay que alinear dos imágenes de la misma escena hasta que la superposición sea perfecta. Sólo entonces queda garantizado un enfoque preciso. El problema de este método, antiguo y común durante varias generaciones analógicas y entre marcas diversas, es que implica algunos obstáculos. Si las condiciones de luz son malas, el enfoque se complica. A veces el objetivo no está bien calibrado (focus shift) y enfocar se convierte en una lotería. Tampoco es fácil adentrarse en la fotografía de acción.
Como Leica se muestra hermética, la M12, tal vez reservada para el segundo semestre, podría tomar dos caminos si se atiende a las soluciones que hoy propone la competencia. El camino Fujifilm, materializado en la X100VI, combina un visor electrónico y uno óptico pero no telemétrico. Si siguiese este derrotero, Leica mantendría lo que ya tiene y añadiría, de manera más o menos ingeniosa, un segundo visor equipado con todos los perejiles contemporáneos (ayuda al enfoque, visualización en tiempo real de la exposición).
Menos conocido, también existe el camino Pixii. Aunque la tecnología francesa de consumo no es la más fiable del mundo y aunque son pocos quienes poseen esta máquina, el concepto acuñado aquí («la telemétrica interactiva») desbloquea una experiencia híbrida, de modo que el ojo dispone de una capa extra que ayuda a refinar el enfoque, la luz y el balance de blancos.
El coste de este romance entre tradición e innovación no sería disparatado si se atiende al precio de partida de la Pixii Max (3.999 euros).
Decida lo que decida, Leica medirá muy bien sus pasos. Ninguna otra marca mantiene un contacto tan próximo con sus fieles, y un fiel de Leica suele serlo para siempre. Ese feedback permitirá a la firma teutona tener muy clara la propuesta, sea la que acabe siendo. El acertijo, de cualquier forma, parece enrevesado: mantener la pureza de su modelo más emblemático sin dejar de empujarlo hacia una interfaz que lo haga más accesible y popular.
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