<p class=»ue-c-article__paragraph»>TVE, la tele pública, decidió el miércoles que es legítimo mentir a los espectadores de manera organizada y premeditada con tal de resucitar (bueno, intentarlo) <i><strong>La familia de la tele</strong></i>. </p>
La televisión pública engañó a los espectadores de manera premeditada con tal de resucitar (bueno, intentarlo) la apuesta personal de su presidente
TVE, la tele pública, decidió el miércoles que es legítimo mentir a los espectadores de manera organizada y premeditada con tal de resucitar (bueno, intentarlo) La familia de la tele.
Belén Esteban soltó: «Yo me quiero ir del programa». Mentira. No va a irse a ningún lado hasta que cierre el chiringuito. Aitor Albizua dijo: «No sé hacer prensa rosa, no venía a hacer eso». Otra trola. ¿Qué pensaba el presentador que iba a hacer en un programa con María Patiño, Belén Esteban y Kiko Matamoros? ¿Cifras y letras Celebrity? ¿Análisis geopolítico? ¿Enfrentar las teorías de Kant con las de Hegel? Inés Hernand se sumó a la fiesta del cinismo: «Hay gente de la que hablamos que no sé ni quién es». Falso. Claro que lo sabe. Es la típica excusa de quien le pillan escuchando a Melody y, ahora que la cosa pinta mal, se quiere desmarcar para reintegrarse en su grupo de modernos.
La última mentira, la más desesperada, fue la de David Valldeperas, el director, anunciando antes del parón para las series que, a la vuelta, dos directivos de RTVE acudirían al plató para anunciar el futuro del programa. Llegado el momento, allí no apareció ni dios. Tampoco los espectadores. Fracaso poético.
Me dirán que todos los programas utilizan cebos sobre sus próximos temas para retener a la gente. Cierto. Lo que sucede es que los demás anuncian contenidos que luego tienen. Qué cosas, ¿no? Y no se equivoquen: no fue un accidente, fue una estrategia. Un plan desesperado y, vista la audiencia que tuvo, inútil para salvar al soldado Belén Esteban y su pelotón. Todo vale.
Y si en algún sitio no debería valer todo es en la televisión pública. El problema no son Valldeperas y sus estrellas, que son una productora externa, haciendo lo que siempre han hecho e intentando reflotar su proyecto. Tampoco lo son Albizua y Hernand, dos trabajadores jóvenes, puestos ahí por sus jefes e intentando minimizar daños a sus carreras. Lo inadmisible es que la dirección de RTVE consienta y, sospecho, aliente semejante circo de mentiras con tal de ganar la gran cruzada de su presidente, José Pablo López. El espectador debería ser sagrado para la pública. Ya no lo es.
López es muy inteligente, pero uno de los grandes riesgos, quizás el mayor, de ser inteligente es creerte un genio. Tras el triunfo personal que supuso el éxito de La Revuelta, y, sí, pese al reciente bajón ha sido un éxito, se creyó capaz de convertir el filete de pollo en entrecot de wagyu. Antes del estreno de La familia de la teletodo el país, también en su casa, le gritó que el emperador iba desnudo y TVE no era el lugar para esa apuesta. No hizo caso y ha descubierto por las malas lo que el resto ya sabía: Belén Esteban y María Patiño ni pueden ni deben ni nunca serán Anne Igartiburu. Adiós, corazones.
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