De lo que fueron espacios de beneficencia, muerte y miseria en tiempos ya remotos ha nacido un nuevo museo en Sevilla. Empezó con una decisión que tomó el rey Fernando III de Castilla, llamado el Santo, apenas conquistó Sevilla en 1248: levantar un hospital en las afueras de la ciudad, muy lejos de su recinto amurallado, donde confinar a los soldados leprosos y así evitar contagios. De la llamada torre de los Gausines nació el hospital de San Lázaro, que aún hoy sigue en pie. A partir de ahí, fueron surgiendo sanatorios y casas cuna por toda la ciudad, hasta un centenar, algunos de impactante monumentalidad, como Las Cinco Llagas (hoy sede del Parlamento de Andalucía) y el Hospital Real junto al Alcázar, pero otros podían ser “simplemente tres camas en una parroquia, entonces hospital no era sinónimo de curación, de los cien solo uno curaba, el resto eran lugares para acompañar y procurar el bien morir”, explica el historiador sevillano Juan Luis Ravé.
La iglesia y antiguo noviciado jesuita, una joya arquitectónica de finales del siglo XVII, abre con una gran colección de pinturas y esculturas procedentes de los antiguos hospitales de beneficencia de la ciudad
De lo que fueron espacios de beneficencia, muerte y miseria en tiempos ya remotos ha nacido un nuevo museo en Sevilla. Empezó con una decisión que tomó el rey Fernando III de Castilla, llamado el Santo, apenas conquistó Sevilla en 1248: levantar un hospital en las afueras de la ciudad, muy lejos de su recinto amurallado, donde confinar a los soldados leprosos y así evitar contagios. De la llamada torre de los Gausines nació el hospital de San Lázaro, que aún hoy sigue en pie. A partir de ahí, fueron surgiendo sanatorios y casas cuna por toda la ciudad, hasta un centenar, algunos de impactante monumentalidad, como Las Cinco Llagas (hoy sede del Parlamento de Andalucía) y el Hospital Real junto al Alcázar, pero otros podían ser “simplemente tres camas en una parroquia, entonces hospital no era sinónimo de curación, de los cien solo uno curaba, el resto eran lugares para acompañar y procurar el bien morir”, explica el historiador sevillano Juan Luis Ravé.
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