<p>El 21 de mayo de 2017, <a href=»https://www.elmundo.es/e/pe/pedro-sanchez.html»>Pedro Sánchez</a>, tras cientos de kilómetros recorridos con su Peugeot 407, se convirtió en secretario general del <a href=»https://www.elmundo.es/e/ps/psoe-partido-socialista-obrero-espanol.html»>PSOE</a>, en una de las hazañas más memorables de la historia democrática de España. Contra todo pronóstico, logró pasar de estar repudiado a tomar el control total del partido, en una victoria que, pese a no saberlo entonces, serviría como adelanto al rumbo que la política nacional ha ido tomando en estos últimos ocho años.</p>
El ex presidente autonómico convirtió su tierra en un bastión de la resistencia socialista, con numerosos rechazos a los pactos firmados con el independentismo
El 21 de mayo de 2017, Pedro Sánchez, tras cientos de kilómetros recorridos con su Peugeot 407, se convirtió en secretario general del PSOE, en una de las hazañas más memorables de la historia democrática de España. Contra todo pronóstico, logró pasar de estar repudiado a tomar el control total del partido, en una victoria que, pese a no saberlo entonces, serviría como adelanto al rumbo que la política nacional ha ido tomando en estos últimos ocho años.
En esas primarias, Sánchez no contaba con el apoyo de los principales barones del partido, entre los que se encontraba el entonces presidente de Aragón, Javier Lambán, que apostaba por Susana Díaz como mejor opción para expulsar a Mariano Rajoy de La Moncloa. Pero la andaluza, que concurría como favoritísima al proceso interno, cayó derrotada y fue en ese momento cuando empezó a desarrollarse una de las consecuencias que ha marcado la era del sanchismo en el PSOE: la confrontación entre diferentes sectores del partido.
Un mes después de la victoria, el 17 de junio de 2017, José Luis Ábalos, en una entrevista concedida a EL MUNDO tras ser nombrado secretario de Organización, instaba al propio Lambán y a Ximo Puig, también susanista, a renunciar a su reelección como secretarios generales regionales porque, a su juicio, no tenían «las condiciones para dinamizar, organizar y poner a punto toda la maquinaria» del partido. Una petición sin invasiones, ya que, en esa misma pieza, apuntaba que «Ferraz no puede propiciar, avalar, condicionar o intimidar» en el proceso de elección de líderes autonómicos.
Sin embargo, en su libro autobiográfico, Una emoción política (Esfera de los libros, 2024), el líder aragonés revela que Santos Cerdán, el 12 de julio de ese mismo año, le visitó en Zaragoza para insistirle en esa misma invitación a renunciar. «No eran amenazas retóricas, como comprobé después», escribió.
Lambán no solo hizo caso omiso a esas peticiones revalidando su liderazgo en el partido y la presidencia autonómica en las elecciones de 2019, sino que, motivado por su desacuerdo con la política de pactos de Sánchez para amarrar el poder, convirtió a Aragón en un auténtico bastión de la resistencia ante determinadas maniobras y cesiones.
Con críticas a los indultos, a la supresión del delito de sedición y la modificación del delito de malversación, la ley de amnistía, las cesiones en materia de inmigración o la concesión del cupo catalán, el ejeano se ha erigido como una de las piedras más molestas en el interior del zapato del sanchismo, llegando a ser sancionado por evitar votar medidas en el Senado o castigado sin intervenir en la visita que el presidente del Gobierno hizo a Huesca en la campaña de las últimas elecciones generales.
Cuando se produjo esa especie de correctivo, Lambán ya había perdido la presidencia de la región y, sin la intención de seguir como líder del partido debido al cáncer que padece, decidió ampliar su posición crítica con la gestión del Ejecutivo, obviando ejercer la más mínima oposición a Jorge Azcón, su sustituto en el Edificio Pignatelli (sede del Gobierno de Aragón).
Así se abrió una profunda brecha en el seno del socialismo aragonés con dos posturas enfrentadas entre los militantes que apoyaban los reproches de su líder regional (Zaragoza y Teruel) y los proclives a acatar los posicionamientos desarrollados en Madrid (Huesca). Un ambiente de división en el que Sánchez ha encontrado la oportunidad de propiciar el desembarco de la ministra de Educación y portavoz, Pilar Alegría, en la secretaría general, contradiciendo lo expresado por el hoy apartado Ábalos en la entrevista anteriormente mencionada.
«Mi sucesor debe ser una persona comprometida con el territorio, que haya demostrado desvivirse y dejarse la piel por las tres provincias, además de estar bien avenida con la verdad, tener principios y no ser un transeúnte ventajista de la política», indicó Lambán hace unos meses al ser cuestionado por la posibilidad de que la ministra de Educación tomase la dirección de la federación, lo que ya es una realidad.
A diferencia de lo que posteriormente iba a suceder en otras regiones como Andalucía o Madrid, donde María Jesús Montero y Óscar López no han encontrado oposición para hacerse con el poder, el lambanismo prometía presentar batalla al regreso de Alegría a su tierra natal, para lo que optó por postular a Darío Villagrasa como candidato a las primarias.
El alcalde de Bujaraloz no era la primera opción, pero en su acto de presentación, al que llegaba «sin mochilas y libre de equipaje», hacía intuir que, al menos, habría un proceso de primarias disputado.
Una simple ilusión. La candidatura de Villagrasa se diluyó en un mes con una estrategia conciliadora que quedó a medio camino y que no fue respaldada por los líderes que sí apoyaban a Lambán. Aragón torna, pues, a tierra sanchista y Alegría buscará «reconquistar el voto» en su segundo enfrentamiento electoral con Azcón. Castilla-La Mancha queda como el gran referente crítico.
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