<p><strong>Pedro Sánchez</strong> cumple hoy siete años como presidente del Gobierno. El 2 de junio de 2018 prometió su cargo ante el Rey antes de nombrar a su «Gobierno bonito». No es un cumpleaños muy feliz. Lo único que Sánchez puede celebrar es que nadie daba un duro por que llegara a su séptimo año como jefe de Gobierno y ahí está, contra viento y marea.</p>
La dirección del PSOE niega que la militante Leire Díez tuviera el encargo de buscar trapos sucios entre los dirigentes de la UCO que investigan a la esposa y al hermano de Sánchez. La tensión escala más allá de los ochomil
Pedro Sánchez cumple hoy siete años como presidente del Gobierno. El 2 de junio de 2018 prometió su cargo ante el Rey antes de nombrar a su «Gobierno bonito». No es un cumpleaños muy feliz. Lo único que Sánchez puede celebrar es que nadie daba un duro por que llegara a su séptimo año como jefe de Gobierno y ahí está, contra viento y marea.
La última semana de mayo ha sido de las peores para un presidente acostumbrado a semanas dramáticas. La aparición desde el subsuelo de una militante del PSOE ardorosamente sanchista llamada Leire Díez con empresarios encausados por los tribunales y de abogados de las cloacas del sistema ha elevado la tensión política española -la oposición ha llamado al presidente «capo de la mafia»- hasta más allá de la cima de los ochomiles. Leire Díez y la compañía hablaban de recabar datos para hundir la reputación de fiscales y altos mandos de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil.
El escándalo, la conmoción y el estupor han recorrido los centros de poder y oposición. Moncloa, que ya venía castigada por la publicación en este diario de los whatsapps de José Luis Ábalos con el presidente, ha tenido que hacer frente a un tsunami lleno de basura, mientras que las agrupaciones socialistas de todo el país asisten anonadadas, desconcertadas, aturdidas y deprimidas al espectáculo de sombras tóxicas que se se proyecta sobre la dirección.
Moncloa no se engaña. Sabe que una sensación de fin de ciclo está más presente que nunca en la sociedad española y que, si las elecciones fueran dentro de 15 días, Sánchez sufriría un severo castigo. No se engaña, pero el Gobierno y la dirección socialista se defienden. Según han relatado a este diario fuentes de Moncloa, Leire «era el entorno del entorno» del secretario de Organización, José Luis Ábalos. Una más de los muchos militantes del PSOE que se rebelaron contra el aparato en favor de Pedro Sánchez. Pululaba por la sede y estaba metida en el mundo oscuro de empresarios con cuentas pendientes en los tribunales.
Las mismas fuentes rechazan con rotundidad que Leire tuviera ningún encargo del partido para desprestigiar a los miembros de la UCO encargados de elaborar informes que afectan a la familia del presidente del Gobierno. «No estamos detrás de ninguna campaña de desprestigio de la UCO, Leire formaba parte del grupo de Ábalos y Koldo, de un puzzle muy cutre». La empresa pública Enusa, de la que Leire Díez fue jefa de Comunicación, estaba presidida por una persona afín al ex ministro.
El silencio del presidente del Gobierno y la tibieza del expediente informativo abierto por el PSOE han sido muy comentados y han dado lugar a todo tipo de especulaciones. Pero en el Gobierno hay bastante coincidencia en que Sánchez ha hecho lo correcto al no pronunciarse en público sobre este espinoso asunto. «Dijera lo que dijera el presidente, sería utilizado en su contra. No conocemos aún todos los detalles, no sabemos qué es lo que se pretende dando publicidad a este asunto, el Gobierno es un daño colateral de una gente que vive en el lado oscuro y de la que no sabemos qué intenciones puede tener». Según sus colaboradores, Pedro Sánchez ha seguido las informaciones con preocupación, ya que el clima tóxico que se ha instalado en la política le afecta sobre todo a él.
Cuando el PSOE expulsó a Ábalos de forma preventiva y creyó que con eso ya estaba listo el cortafuegos del presidente, algunos altos cargos advirtieron que era un hombre muy peligroso porque había estado en la cocina del poder socialista desde el año 2017 como número dos de Sánchez. «Tenía un poder ilimitado. Hacía y deshacía, ¿qué no sabrá? Lo tenía todo y lo perdió todo de la noche a la mañana. Estuvo en todas las operaciones políticas durante siete años, ahora está fuera de control».
Pedro Sánchez tampoco puede abrir una investigación interna ni pedirle al ministro del Interior que indague sobre los hechos que se denuncian referidos a agentes de la Guardia Civil, ya que está afectado por el interés personal de las causas judiciales abiertas contra su mujer y su hermano. La dimisión del secretario de Estado de Seguridad ha contribuido a enredar más la madeja. De los 365 días del año, y después de siete en Interior, Rafael Pérez se va el mismo día en el que aparecen grabaciones con apariencia de una campaña de desprestigio de agentes bajo su mando.
Sánchez se refugia en su burbuja de apoyo emocional de La Moncloa, mientras que la basura que se respira recuerda a la legislatura maldita del 93 al 96, con González asediado por la corrupción y el crimen de Estado. «El PP está intentando instalar un ambiente apocalíptico, pero deberían recordar que, con todo lo que tenía encima, el PSOE se quedó a 300.000 votos de ganar en el 96. Y aún quedan dos años para las elecciones. No le queda otra que aguantar y esperar a ver si escampa».
Hace ahora tres años, cuando Alberto Núñez Feijóo sustituyó a Pablo Casado como presidente del PP y dijo aquello de «no he venido a insultar a Pedro Sánchez, he venido a ganar a Pedro Sánchez», era inimaginable que acabara llamando «capo de la mafia» al presidente del Gobierno. El PP no se corta y ha convocado una manifestación con el lema: «Mafia o democracia». Según el Gobierno, el PP ha asumido los postulados de la organización ultra HazteOír, que suele utilizar lonas en edificios y camiones identificando al PSOE con la mafia. No todo el PP está muy convencido de que la convocatoria de manifestaciones sea lo más adecuado para una legislatura a la que aún le quedan dos años. El ex presidente José María Aznar recomendó «cabeza fría» a su partido en un acto de la Faes sobre atlantismo. Aznar cree que ni habrá adelanto, ni es posible la moción de censura, por lo que su partido tiene que ajustarse a la realidad y no a lo que le gustaría.
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