<p class=»ue-c-article__paragraph»>Como cada jueves desde el pasado jueves (la costumbre es una disciplina lenta y yo estoy estrenando costumbre) camino hacia el Congreso de los Diputados. Como mi ambición es gigante paso de largo cuando alguien me advierte de que el Congreso está vacío y tiene la emoción de una bombilla de 40 vatios. «Algo habrá», pienso. «Algo habrá». Efectivamente está vacío. <strong>El Gobierno no tiene actividad legislativa para rellenar los plenos de este día</strong>. Acabaré pereciéndome al personaje inventado por Chesterton en <i>El hombre que fue jueves</i>, aunque menos católico y nihilista.</p>
El Gobierno no tiene actividad legislativa para rellenar los plenos de los jueves, pero los ecos sobre el genocidio en Palestina resuenan San Jerónimo
Como cada jueves desde el pasado jueves (la costumbre es una disciplina lenta y yo estoy estrenando costumbre) camino hacia el Congreso de los Diputados. Como mi ambición es gigante paso de largo cuando alguien me advierte de que el Congreso está vacío y tiene la emoción de una bombilla de 40 vatios. «Algo habrá», pienso. «Algo habrá». Efectivamente está vacío. El Gobierno no tiene actividad legislativa para rellenar los plenos de este día. Acabaré pereciéndome al personaje inventado por Chesterton en El hombre que fue jueves, aunque menos católico y nihilista.
En estas dos semanas me he estrenado más de turista que de cronista de sesiones de votación. Pero la realidad está tan viva y aquí suceden cosas tan raras que conviene estar aunque sea para cazar psicofonías. Ser paciente consiste en no agrietarse. Los compañeros de los miércoles lo tienen fácil porque es el día grande del hemiciclo y los políticos lanzan caramelos por la boca, como Reyes Magos en las cabalgatas. Los de esta semana tenían envoltorio palestino.
El presidente del Gobierno y el líder de la oposición se cruzaron anteayer unas frases del montón para ofenderse mutuamente a cuenta del genocidio palestino. Ambos se acusan de delitos de todo pelaje. O de faltas gravísimas que a los palestinos muertos de miedo, muertos de hambre, muertos de sueño y muertos de muertos, tampoco les sirven de nada. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo están a lo suyo mientras la Tierra da vueltas difíciles alrededor del Sol. El PP, eso sí, hizo un poco el moonwalk y después de disculpar tanta atrocidad vía Netanyahu, el jefe de la compañía reconoce que demasiados inocentes caen asesinados a puñados en la Franja. Parece empezar a entenderlo 66.000 asesinados después. Es un pasito. Enhorabuena.
El espectáculo, más allá y más acá de la lógica y de estos salones entorchados, lo ofrece Isabel Díaz Ayuso en su escapada del pelotón de Feijóo. Debe ser una experiencia vivir tan desatada en todas direcciones. Lo pienso mientras paseo por las catacumbas del Congreso, donde se aloja la exposición permanente sobre el origen de la Constitución actual. Nadie habla ya de la Constitución. Estoy solo y la soledad, como todo el mundo sabe, es un viaje de fuera a dentro. Poca gente con un gramo de sensatez en la masa de la sangre se obstina en permanecer tan al margen como ella de la realidad en Gaza, futuro pelotazo inmobiliario. Pienso en algunos profesionales de imposible sospecha kale borroka: del Papa Prevost a Felipe VI.
El Congreso vacío nunca lo está del todo. Voy aprendiendo que aquí se trabaja mucho, en contra de lo que se cree del otro lado de la acera de la Carrera de San Jerónimo. Yo mismo estoy vagando hacia ninguna parte y esa ingravidez también es parte de mi oficio. Me cruzo con dos o tres personas en el Pasaje de Floridablanca. Llevan a un lado del pecho un pin con la imagen de una tajada de sandía. Como no me agradan las banderas (ni las mías) me entretienen los pin. La sandía es un símbolo adaptado en señal de respeto y solidaridad con el pueblo palestino. Díaz Ayuso ha conseguido que seamos muchos a los que hoy «nos gusta la fruta». Mira tú. Seguro que la ahora odia.
En Madrid se le han rebelado 50 colegios públicos por su orden de cese de actividades en relación con Palestina en 10 centros educativos. Normal. Cómo no. Sospecho que a cambio se le llenarán los colegios de camisetas con dibujos de sandías. A ver cómo explicas a los niños y adolescentes que la Comunidad de Madrid propone impedir que les pongan al día sobre libertad de expresión y educación de derechos humanos. Y que la sandía es desde este mismo momento una fruta terrorista que potencia el aroma dinamitero de Hamás. Vaya bancal de secano está regando.
Abandono el Congreso dos horas después aquejado del Síndrome de Stendhal por tanta belleza relajada. Es un espacio formidable. La noticia de hoy es que del Palacio de San Jerónimo sale esta semana una polarización desigual, difícil, mundial, urgente. Y trasciende a España. Es la que agita un genocidio con señal en directo, sin ir más lejos.
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