<p>El 2025 está siendo el año de la serpiente de madera, cuya energía entra en conflicto, según el zodiaco chino, con el signo del cerdo. Un choque en el que el segundo sale peor parado y que surge de sus naturalezas opuestas: mientras que la introspectiva <i>serpiente</i> opta por una estrategia silenciosa, el despreocupado <i>cerdo</i> se inclina por la espontaneidad. Los templos se han llenado estos meses de <i>cerdos </i>que buscan atraer la <strong>buena suerte </strong>frente a las malas vibraciones que provoca el choque con la energía de las <i>serpientes</i>. Tradicionalmente, eran los más mayores quienes abrazaban todas estas supersticiones. Pero cada vez hay más <i>cerdos </i>jóvenes buscando <strong>protección y esperanza </strong>en los templos.</p>
En la tierra del racionalismo tecnocrático, el auge de la adivinación, de las certezas buscadas en pliegues del azar, es síntoma de un gran desencanto generacional que empieza a cuajar por primera vez desde la explosión económica de la superpotencia asiática
El 2025 está siendo el año de la serpiente de madera, cuya energía entra en conflicto, según el zodiaco chino, con el signo del cerdo. Un choque en el que el segundo sale peor parado y que surge de sus naturalezas opuestas: mientras que la introspectiva serpiente opta por una estrategia silenciosa, el despreocupado cerdo se inclina por la espontaneidad. Los templos se han llenado estos meses de cerdos que buscan atraer la buena suerte frente a las malas vibraciones que provoca el choque con la energía de las serpientes. Tradicionalmente, eran los más mayores quienes abrazaban todas estas supersticiones. Pero cada vez hay más cerdos jóvenes buscando protección y esperanza en los templos.
Zhou, un consultor que está a punto de cumplir los 30, es uno de esos cerdos que, aunque dice que siempre ha sido bastante agnóstico en cuanto a creencias religiosas, lleva meses recorriendo templos budistas y taoístas de China. «Llevo más de un año sin encontrar un trabajo decente», explica.
Otro cerdo más joven, Yang, nacido en 2007, suele acudir a diario a quemar varillas de incienso a un templo en la ciudad de Qingdao. «Desde los 16 años he estado trabajando en un taller de coches, pero me despidieron hace seis meses y no encuentro ningún otro trabajo. Mi abuela dice que tengo que quemar incienso para eliminar las energías negativas», comenta.
Zhou y Yang, durante los paseos por sus respectivos templos, también hacen visitas a adivinos que suelen tener sus puestos cerca de los santuarios. Algunos, para leer el futuro a sus clientes, usan métodos tradicionales como agitar tallos de milenrama o lanzar monedas viejas sobre un cuenco de metal. Otros recurren al popular bazi, una técnica astral para analizar el destino de una persona basándose en su fecha y hora de nacimiento. La lectura de la palma de la mano, o métodos de adivinación occidentales como el tarot, también son populares.
Casos como el de Zhou y Yang, hayan nacido o no bajo el signo del cerdo, se ven a diario en templos y en puestos de adivinación. Estos últimos prosperan bajo un techo laboral cada vez más cerrado. No se trata de una mera regresión hacia las supersticiones arcaicas, sino la ruptura de un contrato social quebrado.
Durante décadas, el Estado cultivó la narrativa de que el progreso se alcanzaba mediante el esfuerzo personal, la disciplina académica y la obediencia al engranaje colectivo. Ahora, esa escalera de ascenso se ha vuelto un laberinto sin salida para muchos jóvenes, quienes recurren a oráculos en busca de lo que el mercado laboral les niega: una brújula de ilusión en medio de la tormenta.
En la tierra del racionalismo tecnocrático, el auge de la adivinación, de las certezas buscadas en pliegues del azar, es síntoma de un gran desencanto generacional que empieza a cuajar por primera vez desde la explosión económica de la superpotencia asiática. Si los millennials crecieron durante la contagiosa euforia nacional por el desarrollismo y la apertura, la generación Z ha madurado en una era más marcada por la desaceleración económica y la falta de oportunidades. Hace no muchos años, ser graduado universitario garantizaba un inmediato trabajo estable. Ahora, para muchos jóvenes, sólo es el comienzo de una larga espera.
En agosto, según datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas, la tasa de desempleo juvenil urbano de China (los jóvenes de entre 16 y 24 años, excluidos los estudiantes) aumentó al 18,9%, el nivel más alto desde junio de 2023, cuando alcanzó un máximo histórico del 21,3%.
Un récord de 12,2 millones de estudiantes universitarios se graduó este verano en el país asiático, 430.000 más de que en 2024. Muchos de ellos se quejan de que enfrentan muchas dificultades para encontrar empleos acordes a sus capacidades y nivel educativo. Mientras tanto, la tasa de desempleo para las personas de entre 25 y 29 años, excluyendo también a los estudiantes, se situó en el 7,2% en agosto frente al 6,9% del mes anterior.
«La mayoría de los jóvenes chinos son producto de la política de un solo hijo y ahora se encargan de apoyar a los padres envejecidos en una sociedad en la que la población de edad avanzada está aumentando rápidamente. Para 2035, casi un tercio de los ciudadanos de China tendrán más de 60 años, y la carga de atención financiera, emocional y física, caerá directamente en la juventud actual. Al mismo tiempo, el mercado laboral en el que entran es implacable. El sector tecnológico, otrora un faro para los graduados ambiciosos, ha sido golpeado por las medidas regulatorias. Los bienes raíces, otro pilar económico, están sumidos en una crisis de deuda que sofocó la contratación. Mientras tanto, el número de graduados universitarios sigue aumentando», reza un análisis de David Tingxuan, analista de la firma de consultoría Trivium China.
Los registros históricos apuntan a que los adivinos en China se remontan a la primera dinastía gobernante, la dinastía Shang, donde los propios líderes practicaban la adivinación interpretando el patrón de grietas en un caparazón de tortuga quemado o en el omóplato de un buey. La disciplina se fue desarrollando durante miles de años, con escuelas de adivinación extendiéndose por todo el país.
En la China moderna, el gobernante Partido Comunista ha promocionado varias campañas para librarse de lo que considera «superstición feudal», ordenando a las empresas de Internet que censuren muchos servicios de adivinación en línea que ahora se están volviendo muy populares entre los jóvenes. Antes de verano, una aplicación llamada Cece, que ofrece horóscopos, lectura de cartas del tarot y adivinación, había sido descargada más de 15,5 millones de veces desde la tienda de Apple en China.
Ya en 2021, durante los largos cierres de la pandemia, la incertidumbre y el pesimismo se extendía entre muchos jóvenes chinos. Aquel año, NetEase, una empresa de tecnología china, publicó un informe en el que aseguraba que alrededor del 80% de los chinos menores de 30 años se habían dejado adivinar el futuro.
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