<p>El pasado mes de mayo, una catarata de cancelaciones cayó sobre el <strong>Resurrection Fest </strong>gallego y el <strong>Viñarock</strong> manchego. Decenas de artistas y bandas se negaron a subirse a sus escenarios y ese rechazo inició un efecto contagio por los festivales españoles en los meses siguientes que superó las 150 renuncias. En junio, el <strong>Sónar </strong>de Barcelona se enfrentó al mismo efecto; en julio lo vivieron el <strong>Arenal Sound</strong> y el <strong>FIB </strong>en la Comunidad Valenciana, y en septiembre, el Brava y el Madrid Salvaje en la capital. Todos tenían algo en común, la empresa que los gestiona: <strong>Superstruct</strong>.</p>
«Señalar a los festivales generó una tensión innecesaria para cumplir con la agenda de ciertos movimientos que saben exactamente cómo señalan, por qué señalan y por qué atacan», afirma Superstruct
El pasado mes de mayo, una catarata de cancelaciones cayó sobre el Resurrection Fest gallego y el Viñarock manchego. Decenas de artistas y bandas se negaron a subirse a sus escenarios y ese rechazo inició un efecto contagio por los festivales españoles en los meses siguientes que superó las 150 renuncias. En junio, el Sónar de Barcelona se enfrentó al mismo efecto; en julio lo vivieron el Arenal Sound y el FIB en la Comunidad Valenciana, y en septiembre, el Brava y el Madrid Salvaje en la capital. Todos tenían algo en común, la empresa que los gestiona: Superstruct.
El gigante musical, fundado en 2017 e impulsado por el fondo Providence, aterrizó en España en 2018 cuando se hizo con una parte de Advanced Music, la promotora del Sónar. Siete años después ha absorbido otras cinco -Elrow, Bring the Noise, The Music Republic, Sharemusic y Brunch Electronik- y controla más de una treintena de festivales y eventos musicales de nuestro país. Pero el cambio que dio paso a la tormenta se produjo en junio de 2024 cuando el fondo de inversión KKR se convirtió en principal accionista.
¿Cuál es la polémica con este fondo estadounidense? Su supuesta vinculación con los negocios inmobiliarios en los asentamientos israelíes en Palestina que la Corte Internacional de Justicia considera ilegales. ¿Dónde está esa vinculación? En el portal israelí Yad2, adquirido por el grupo Axel Springer en 2014 que en 2019 fue comprado por KKR. Y, uniendo todas esas piezas, el verano pasado se acabó generando una campaña de protestas y boicots contra los festivales de Superstruct, que en España y otros países europeos fueron acusados de ser partícipes del genocidio en Gaza.
Las protestas y las cancelaciones fueron obligando a que los organizadores de cada uno de los eventos se pronunciaran, pero el silencio era absoluto en Superstruct. Hasta ahora. EL MUNDO ha podido mantener una larga charla con un alto directivo de la compañía en España en la que califica lo sucedido el pasado verano de «acoso», «bullying digital» y «burbuja entre los medios y las redes sociales». «Lo que se ha hecho con el boicot a los festivales y con algunos artistas es puro acoso y bullying digital. […] Señalar a los festivales generó una tensión innecesaria para cumplir con la agenda de ciertos movimientos que saben exactamente cómo señalan, por qué señalan y por qué atacan», apunta el directivo que no permite que se cite su nombre.
Desde la delegación española de la empresa afirman que, pese a las protestas, «el público ha asistido más que nunca» a los festivales de Superstruct. Así lo fueron anunciando al cierre de sus ediciones buena parte de los eventos en comunicados públicos pese a que su nómina de artistas se vio rebajada o modificada en algunos casos a última hora. «Eso sí que es cancelación de la cultura», remarca el directivo. Y sigue: «Entendemos que alguien se pueda sentir presionado por sus fans y que tenga la necesidad de, aunque no haya argumentos ni información real, hacerles caso a sus fans. Pero en el fondo nos da pena que se autocancelen porque la realidad es que no hay base para lo que ha pasado».
Este dirigente señala que ese boicot está basado en «pseudo investigaciones que no se han podido demostrar» porque KKR no está incluida en «el listado de 150 empresas de Amnistía Internacional» vinculadas con el conflicto en Gaza. Además, defiende que todo lo que Superstruct gana en nuestro país «se reinvierte en los festivales de España» y que «no se sube ni un euro a los accionistas» como el fondo estadounidense. «Nosotros seguimos trabajando sabiendo que podemos contar con el 100% de los beneficios para volver a contratar más y mejores artistas. Estaremos encantados de que vuelvan en un futuro los que se han autocancelado, pero mientras tantos seguiremos programando a otros», ahonda el directivo.
Cuando parecía que la tormenta veraniega había pasado, el pasado 10 de octubre, los tres fundadores del Sónar –Enric Palau, Ricard Robles y Sergio Caballero- anunciaron que se desvinculaban por completo del festival tras 32 años, según adelantó La Vanguardia. La dirección del festival queda así en manos de François Jozic, fundador de Brunch Electronik y hombre de confianza de Superstruct. Fuentes del sector señalan que la retirada paulatina de los directores de los festivales fue algo que se pactó al ser adquiridos por la empresa.
Desde la compañía aseguran que los fundadores «ya no eran directores» sino «asesores» y que el cambio es parte de «una transición ordenada que lleva años haciéndose». «Es una decisión empresarial que evidentemente coincide y parece noticia, pero es que ya estaban de manera puntual asesorando y desvinculándose de manera ordenada. Hace años que ya no eran socios de la compañía. No tiene nada que ver con todo lo que ha pasado, solo coincide en el tiempo. Nadie los ha despedido, estaba ya hablado y eso se hace con muchos meses. No es de la noche a la mañana», indica el directivo con el que ha podido hablar este diario.
Y, mientras se calman las aguas, en Superstruct insisten en que su intención es hacer que sus festivales crezcan, que se internacionalicen y atraer más público porque «eso es lo que permite generar una industria» en nuestro país. «Yo no conozco ninguna industria donde no esté el capital, que es lo que ayuda realmente a crecer y que no tengamos que depender de otro tipo de ingresos. Pasó con el cine, está pasando con el teatro y también con nosotros. Es el avance lógico de la industria, ahora hay un tejido de verdad».
Pero, sobre esa búsqueda constante de crecimiento, también surgen dudas y críticas. Una de las más recurrentes es que los festivales han pasado de primar la calidad en sus carteles a apostar por formatos en los que puedan ganar más dinero. Ahí se incluye la creación de espacios VIP, estands de marcas para poder practicar otras actividades que no están relacionadas con la música o propuestas gastronómicas gourmet a mayor precio -el Ministerio de Consumo acaba de abrir un expediente sancionador justo a otra gran promotora por impedir la entrada de alimentos del exterior-.
«El promotor es quien arriesga el dinero, el que hace la apuesta; el artista, pase lo que pase, cobra su caché. Los festivales son horas y horas de entretenimiento que tienen que ser sufragadasn y parte de esto también es comer la hamburguesa de Dani García. Las reglas están claras antes de abrirse las puertas con los conciertos, con la comida y con el precio», asevera el directivo al que ha tenido acceso este diario, quien considera «naif» la postura de quienes se oponen a que los festivales sigan creciendo y transformándose. «No hay ningún sector en el que no haya cambios, pretender que los festivales sean como en sus inicios es como si el cine tuviera que ser en cinemascope con sesiones dobles. No puede ser como hace 20 años. Aunque parezca mentira, hay más gente que quiere los festivales como son ahora que algunos románticos. Si los festivales fueran cutres como hace 15 años, no seríamos la potencia que hoy somos», concluye.
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