<p class=»ue-c-article__paragraph»>El miércoles pasado amaneció fresco y algo nuboso en Madrid. Las webs de los periódicos informaban de que Rusia había lanzado drones contra un aliado de España en la UE y en la OTAN. El presidente del Gobierno acudió a las 9.00 a la sesión de control del Congreso donde el líder de la oposición le reprochó su complicidad con la corrupción de sus colaboradores más cercanos. <strong>Pedro Sánchez</strong> le respondió que dirigía un partido «limpio» y que el PP había «abandonado las instituciones». Luego se marchó de las Cortes.</p>
El miércoles el presidente recibió una tunda parlamentaria, su esposa tuvo que declarar por malversación, las potencias europeas le excluyeron de la respuesta a Putin y su Gobierno perdió una votación importante. Pero no fue un mal día.
El miércoles pasado amaneció fresco y algo nuboso en Madrid. Las webs de los periódicos informaban de que Rusia había lanzado drones contra un aliado de España en la UE y en la OTAN. El presidente del Gobierno acudió a las 9.00 a la sesión de control del Congreso donde el líder de la oposición le reprochó su complicidad con la corrupción de sus colaboradores más cercanos. Pedro Sánchez le respondió que dirigía un partido «limpio» y que el PP había «abandonado las instituciones». Luego se marchó de las Cortes.
Su esposa se personó a los juzgados de la Plaza de Castilla para ser interrogada por malversación de fondos. Uilizaba a una asesora con sueldo que sale de los impuestos de todos para levantar fondos a título lucrativo desde La Moncloa. Begoña Gómez no respondió al juez, pero sí admitió a preguntas de su abogado que la empleada pública sí le echaba una mano en sus business. Aclaró que de forma puntual. Con sus descansos.
A las 12.36 el presidente puso un tuit sobre lo de Putin: «La violación del espacio aéreo europeo por parte de Rusia es inaceptable. Expresamos toda nuestra solidaridad con Polonia, que siempre podrá contar con España en la defensa de nuestra paz y seguridad comunes». Al parecer no, porque al poco rato Varsovia convocó una reunión de urgencia de las potencias europeas para dar respuesta a Moscú y a él, que representa a la quinta, no le llamaron.
Su exclusión de la política de defensa común de la OTAN le dejó la tarde libre. De ahí que quizá pudiera ver el debate en el que el Congreso rechazó por mayoría la tramitación de la ley estrella de su vicepresidenta segunda, la de reducción de la jornada laboral. El revés parlamentario, uno más, no le impidió asistir acompañado de su esposa al estreno de una película que aborda, entre otros aspectos, la homosexualidad de Miguel de Cervantes.
En resumen, el miércoles arrancó con un meneo dialéctico por la mañana, siguió con un disgusto judicial al mediodía, continuó con la marginación de un foro internacional por la tarde, se prolongó con una nueva votación perdida en el Congreso a la hora de la merienda y finalizó con un poco de guerra cultural por la noche.
Ni tan mal. Broncano había llevado a los Bomberos forestales al prime time, las protestas en favor de Palestina estaban dando la puntilla a La Vuelta, Bruselas parecía espabilar contra Israel (un buen yoyalodije del presidente) y por la militancia socialista empezaba a correr el rumor de que Santos Cerdán es víctima de la conspiración ultraderechista del Estado profundo y sus jueces políticos. Esa tesis no la abonan unos marcianos recién aterrizados, sino los tertulianos contratados por las productoras que copan la programación de TVE. Es natural que el CIS de Tezanos sacara una encuesta con nueve puntos de ventaja del PSOE sobre el PP, que a su vez está a un tris de que Vox le coma la tostada.
Con la economía al ralentí y el Gobierno sin capacidad de legislar, la política no se mide por lo que se hace, si no por controlar de qué se habla. Algo que, por el momento, el PP no sabe hacer. El miércoles fue un día normal para el presidente en la XV Legislatura de la Democracia. Un día más durmiendo en La Moncloa. Y hasta el siguiente.
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