El auge de la inteligencia artificial (IA) y de las criptomonedas se está disparando, lo que está provocando un rápido aumento del número de megacentros de datos. “Ese crecimiento genera importantes y preocupantes demandas de agua, así como un dramático aumento del consumo de electricidad”, lo que “entraña graves riesgos para los ecosistemas acuáticos y presenta expectativas insostenibles para el futuro”. Eso recoge el informe El nexo entre el agua y la energía, elaborado por el Relator Especial de Naciones Unidas sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento. El documento, que se presenta este viernes en la Asamblea General de la ONU, pide una moratoria en la construcción de estas instalaciones hasta que se conozcan sus efectos reales sobre el planeta.
El relator de Naciones Unidas sobre derechos humanos y agua potable ve la opacidad del sector y su fuerte impacto en el consumo energético e hídrico como amenazas globales
El auge de la inteligencia artificial (IA) y de las criptomonedas se está disparando, lo que está provocando un rápido aumento del número de megacentros de datos. “Ese crecimiento genera importantes y preocupantes demandas de agua, así como un dramático aumento del consumo de electricidad”, lo que “entraña graves riesgos para los ecosistemas acuáticos y presenta expectativas insostenibles para el futuro”. Eso recoge el informe El nexo entre el agua y la energía, elaborado por el Relator Especial de Naciones Unidas sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento. El documento, que se presenta este viernes en la Asamblea General de la ONU, pide una moratoria en la construcción de estas instalaciones hasta que se conozcan sus efectos reales sobre el planeta.
Es la primera vez que esta organización se refiere de manera explícita a los efectos adversos para el mundo de los centros de datos, la infraestructura básica de la digitalización. En esas naves llenas de procesadores se alojan los datos que guardamos en la nube y se ejecutan cálculos, ya sean para minar criptomonedas o para dar servicio a las aplicaciones que corren en remoto. Consumen mucha electricidad, para mantener las máquinas funcionando día y noche, y agua, que se emplea para refrigerar los sistemas.
Las herramientas de IA requieren mucha potencia de cálculo, más de lo habitual en otros programas. De ahí que en los últimos años haya un frenesí constructor de estas infraestructuras y que los consumos estén empezando a preocupar. Aunque se desconoce el número total de centros de datos que hay en el mundo, reconoce el informe del relator, “algunas fuentes estiman que existen más de 10.000”. En su segundo día de vuelta en la Casa Blanca, el presidente de EE UU, Donald Trump, anunció inversiones por valor de 500.000 millones de dólares (unos 480.000 millones de euros) en cuatro años para impulsar la IA. Ese dinero, que Trump describió como “el mayor proyecto de infraestructura de inteligencia artificial, con diferencia, de la historia”, se dedicará fundamentalmente a construir centros de datos y plantas energéticas para alimentarlos.
La estrategia de Trump rema en la dirección contraria a la indicada por el relator especial de la ONU, el español Pedro Arrojo. “Los Estados y las instituciones internacionales deben promover una moratoria de la puesta en marcha de centros de datos y proporcionar información clara sobre su consumo de agua y energía y los riesgos que suponen para el cambio climático, la sostenibilidad de los ecosistemas acuáticos, los derechos humanos de las poblaciones empobrecidas y la supervivencia de los sectores productivos vulnerables”, dice el informe en su apartado de conclusiones. “Deben fijarse prioridades sobre la base de la transparencia y la información adecuada, con arreglo a los principios de sostenibilidad, equidad y goce efectivo de los derechos humanos, a fin de regular las demandas de agua y energía de dichos centros”, añade.
Los informes publicados por los relatores de Naciones Unidas son consultivos, no vinculantes. Elaborados por expertos independientes, su vocación es iniciar el diálogo público sobre temas considerados sensibles por la organización y que, posteriormente, puedan ser objeto de alguna otra intervención o regulación.
“Lo que más me preocupa de la proliferación de los centros de datos es su opacidad, que no se sepan los términos de los contratos que firman de suministro de agua o energía”, explica Arrojo a EL PAÍS. Esa falta de transparencia quedó patente, por ejemplo, en Irlanda, uno de los países del mundo con mayor concentración de este tipo de instalaciones (su laxa política fiscal ha hecho que la mayoría de las grandes tecnológicas la elijan para tener sus sedes europeas). “En respuesta a una pregunta parlamentaria, el Ministro de Medio Ambiente, Clima y Comunicaciones de Irlanda (…) afirmó que no existía ningún registro en poder de algún organismo público que detallara las necesidades de energía y agua de los centros de datos”, destaca el informe.
“El problema no son los años normales, sino los de sequía: ¿qué pasa cuando el agua escasea?, ¿establecen los acuerdos firmados que tendrán acceso prioritario?, ¿deberá satisfacerse su demanda de manera prioritaria, por delante del riego o el suministro de agua potable?”, se pregunta Arrojo. “Hay que aclarar esas posibles restricciones cuando falte el agua y se debe discutir qué usos deben ser prioritarios desde un punto de vista social y económico”.
Poca transparencia
La mencionada falta de transparencia hace que sea muy difícil saber cuál es el consumo real de agua por parte de esta industria, tanto a escala nacional como internacional. Con todo, el informe aporta dos datos. El primero: en 2018 se estimó que la huella de agua operativa anual total de este tipo de centros en EE UU fue de 513 millones de m³, lo que los situó entre las diez industrias con mayor consumo de agua del país. Y el segundo: se calcula que, como consecuencia de la demanda mundial de IA, en 2027 se requerirán entre 4.200 y 6.600 millones de m³ de agua. En términos absolutos, subraya el relator, la demanda de agua de los centros de datos está muy por debajo de otras actividades, como el regadío o el abastecimiento urbano. “Pero es un consumidor relevante que se añade sobre todo lo anterior”, señala.
Desde el punto de vista energético, las cifras son más tozudas todavía. Según destaca el informe, EE UU se dirige a un escenario en el que el 12% de la electricidad consumida en el país se dedique a los centros de datos. Son proyecciones del Departamento de Energía elaboradas antes del regreso de Trump a la Casa Blanca. La demanda energética estadounidense llevaba años con una curva de crecimiento plana. La irrupción de la industria de la IA ya ha puesto sobre la mesa la palabra crisis energética, hasta el punto de que la Administración Biden dio alas a la voluntad de algunas empresas de alimentar sus centros de datos con reactores nucleares de bolsillo.
“Los impactos indirectos de esas nuevas demandas sobre los ecosistemas acuáticos pueden resultar aún más graves”, advierte también el informe. “El crecimiento exponencial de la demanda energética genera intensas presiones para reactivar la construcción de grandes presas hidroeléctricas (…) y de centrales térmicas y nucleares, aun a costa de acelerar el cambio climático y aumentar los riesgos de contaminación del agua. De hecho, corporaciones como Amazon, Google, Meta y Microsoft están forjando alianzas estratégicas con la industria de los hidrocarburos e incluso planean construir centrales nucleares para satisfacer su explosiva demanda energética”, especifica el texto.
Por todo ello, el relator deja constancia en el informe de que “el crecimiento tan masivo de la demanda de agua y, sobre todo, de electricidad” de esta industria “socava los planes de mitigación que se han acordado y supone una peligrosa competencia frente a otras demandas, incluidas las necesidades básicas y, en particular, los derechos humanos al agua potable y al saneamiento, así como a una electricidad asequible para satisfacer las necesidades básicas de las poblaciones empobrecidas”.
“La IA se come prácticamente todo el esfuerzo de la transición ecológica”, sentencia Arrojo. Por eso considera necesaria una moratoria hasta que se aclaren los consumos y se decida cómo hacer más sostenible esta industria. “Nos hemos embarcado en nombre de las criptomonedas y de la IA en un suicidio anunciado. Eso es lo que quiero transmitir en mi intervención en la Asamblea [de Naciones Unidas]”.
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