<p>Al congreso-balneario del PP también acudió, como invitado, <strong>Manuel Pacho</strong>, el autor del himno del partido. Se lo encargó en la primavera de 1989 <strong>Miguel Ángel Rodríguez </strong>para hacer más pegadiza la campaña de un <strong>José María Aznar</strong> al que tantos veían entonces sin carisma ni tirón, pero que tenía ya una idea precisa de cuál era su proyecto para España, porque así la había solemnizado en una conferencia en el Club Siglo XXI, un día bisiesto de 1988.</p>
Abascal reacciona al plan de Feijóo de dejarlo fuera de futuras coaliciones con un órdago de deportaciones masivas que Génova ve «extremo»
Al congreso-balneario del PP también acudió, como invitado, Manuel Pacho, el autor del himno del partido. Se lo encargó en la primavera de 1989 Miguel Ángel Rodríguez para hacer más pegadiza la campaña de un José María Aznar al que tantos veían entonces sin carisma ni tirón, pero que tenía ya una idea precisa de cuál era su proyecto para España, porque así la había solemnizado en una conferencia en el Club Siglo XXI, un día bisiesto de 1988.
Pacho confiesa ahora que el himno, que en realidad es un jingle, ¡tenía letra!, pero que él se negó a aceptarla para que la melodía no caducara con el mandato del líder. Esa letra era, atención: «Triunfar, ganar, vencer con Aznar» (imposible leer la frase sin el soniquete). Triunfar, ganar y vencer: la victoria -que entonces era una quimera frente a un Felipe González que enfilaba la cima del 92- como obsesión machacona de un partido recién creado. La filosofía de Luis Aragonés: «Ganar y ganar y ganar y volver a ganar». Esta obcecación aún la mantiene el ex presidente del Gobierno, que el domingo adivinó en las palabras de Alberto Núñez Feijóo una vuelta al carril noventero de la centralidad y la convicción ideológica: «Ha sido un discurso de ganador».
Vuelve el aznarismo en su versión moderna y galaica. Feijóo quiere que el listado de «principios» que enumeró el domingo signifique para su futuro lo mismo que aquel discurso de 1988 para Aznar: un eje vertebrador que marque un rumbo fácilmente reconocible y despeje dudas a larguísimo plazo. Un discurso al que acudir. Sobre todo, tras comprometerse a gobernar en solitario, descartando una coalición con Vox.
Esto último -el movimiento estratégico de mayor impacto desde la amnistía- ha provocado un contragolpe feroz de Vox. Acción-reacción. Santiago Abascal contestó a la nueva estrategia de Feijóo exigiendo la deportación masiva de los inmigrantes llegados de manera irregular. E incluso de los nacidos aquí, en «segunda generación». Algo que supondría, como dijo la diputada Rocío de Meer, la «remigración» de miles de ciudadanos, dentro de un universo total de ocho millones.
Entramos en una campaña sin elecciones y Vox comienza a elevar el precio de su hipotético apoyo parlamentario al PP. Y de paso, le lanza una vez más un salvavidas al PSOE, que logra cohesionar al bloque de la investidura en contra de las deportaciones, justo el día antes del pleno sobre la corrupción. Abascal ha reactivado la lógica de resistencia común contra Vox del electorado socialdemócrata 24 horas después de que Feijóo intentara extirpar esa idea de sus cabezas.
La «invasión» migratoria es un enunciado clásico de la ultraderecha de los 90. Vuelve Aznar en el PP… pero vuelve también Blas Piñar de la mano de un Vox cada día más cerca de Le Pen que de Meloni. Tercer discurso en el que poner la mirada para entender la gran batalla ideológica que va a librar la derecha a cuenta de la inmigración: el ex líder de Fuerza Nueva apuntaba en 1995 que España vivía un «invasión masiva, ilegal y clandestina que está comiendo y está invadiendo nuestra cultura y nuestra civilización». Y diferenciaba entre «inmigrantes» (los de Occidente) y los «invasores», o sea, los pobres «del Tercer Mundo, especialmente, de África».
«Abrir las puertas» a esos extranjeros era tanto como «entregar nuestra civilización y nuestra identidad cultural», subrayaba Piñar, quien por entonces sintonizaba con la Alianza por la Unidad Nacional (AUN) del falangista Ricardo Sáenz de Ynestrillas, partido neofascista en el que militó el asesor áulico de Abascal, Kiko Méndez-Monasterio. Ya en el 1993, primer año de la legislatura que más se parece a la actual, la revista Fuerza Nueva, fundada por Piñar, llevaba a su portada «las mafias de la inmigración», con niños de aspecto magrebí en la fotografía. Ahora Vox aboga por expulsar «a todos los menores no acompañados».
Vuelven los 90, pero si en 1996 la AUN obtuvo 3.663 votos, ahora Vox tiene una perspectiva demoscópica de 3,5 millones. De ahí que la apuesta de Feijóo de dejarlos fuera del Gobierno no baste. Tiene que llenar de contenido ese movimiento y dar la batalla ideológica contra Abascal. Sobre todo, en la inmigración, vector crucial de activación del voto conservador. El coste para el PP de no cumplir su palabra sería letal.
Feijóo fijó el domingo su nuevo rumbo a modo de autoentrevista y la clave de cómo contestar a Vox se la dio Aznar en aquel discurso de 1988, también con preguntas: «¿Qué España queremos? ¿Qué tiene que hacer y decir el centroderecha en esa España, suponiendo que tenga algo que hacer y decir?». Dicho de otro modo: ¿Cree Feijóo en las deportaciones masivas o en la integración que tantos éxitos le ha dado al país? ¿Y eso es una línea roja o no?
«España es un país de acogida y necesitamos inmigrantes»
El secretario general del PP, Miguel Tellado, cree que la propuesta de Vox para «remigrar» a cientos de miles de inmigrantes es «extrema» y «de brocha gorda». «Las posiciones de Vox son más extremas que las que defiende el PP. Nosotros estamos a favor de la inmigración regular y ordenada. Tenemos que ser un país de acogida y apoyar su proyecto de vida», dijo en Onda Cero. «España necesita inmigración para ser un proyecto social y económico viable. Nosotros no estamos ni en esas políticas populistas de fronteras abiertas ni con discursos contra la inmigración», remató.
Feijóo preparó hace 3 meses su discurso del domingo
El discurso más aplaudido de Alberto Núñez Feijóo entre los suyos se escribió en abril. «Hace cerca de tres meses lo preparamos para una comparecencia parlamentaria, pero el presidente decidió utilizarlo en un contexto más solemne, y no a respuesta de nadie», explica uno de los cinco asesores de su gabinete que pilotaron el texto. «No es una improvisación». La parte de las preguntas y respuestas, en la que Feijóo se comprometió a no gobernar en coalición con Vox, se cambió, para nponerla al final del todo. ¿Por qué? «Porque sabíamos que tendría interés mediático».
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