<p class=»ue-c-article__paragraph»>El crecimiento del uso de la Inteligencia Artificial ha comenzado a permear en una parte significativa del tejido productivo en España, convirtiéndose en una herramienta clave en el día a día de millones de trabajadores. El crecimiento en el uso de IA ha sido más intenso en las empresas medianas y grandes (más de 50 trabajadores), y no termina de despegar entre las empresas más pequeñas, donde solo una cada diez ha incorporado el uso de IA a su actividad. Si observamos el cambio por sectores, el sector servicios y especialmente el sector TIC lideran el crecimiento en prácticamente todos los tramos de trabajadores.</p>
El crecimiento del uso de la Inteligencia Artificial ha comenzado a permear en una parte significativa del tejido productivo en España, convirtié
El crecimiento del uso de la Inteligencia Artificial ha comenzado a permear en una parte significativa del tejido productivo en España, convirtiéndose en una herramienta clave en el día a día de millones de trabajadores. El crecimiento en el uso de IA ha sido más intenso en las empresas medianas y grandes (más de 50 trabajadores), y no termina de despegar entre las empresas más pequeñas, donde solo una cada diez ha incorporado el uso de IA a su actividad. Si observamos el cambio por sectores, el sector servicios y especialmente el sector TIC lideran el crecimiento en prácticamente todos los tramos de trabajadores.
En este contexto de rápido crecimiento, han surgido importantes preocupaciones sobre los efectos indirectos negativos que puede tener la adopción de la IA por parte de las empresas. Probablemente la mayor preocupación está relacionada con la destrucción de empleo en sectores y ocupaciones con un grado elevado de sustitubilidad entre la IA y el factor trabajo. Sin embargo, apenas se ha prestado atención a los efectos que tendrá la adopción de la IA en el margen intensivo del mercado de trabajo, es decir, sobre las horas trabajadas por parte de los trabajadores que empleen esta tecnología.
Esta pregunta es la que se han planteado Wei Jiang y sus coautores en un reciente documento de trabajo (aquí) que estudia la cuestión con datos de empleo del tiempo en Estados Unidos. La idea está clara, en el caso de que la IA sea un sustitutivo del trabajo humano, las horas trabajadas deberían reducirse entre aquellos trabajadores con una mayor exposición al uso de IA, mientras que debería suceder lo contrario en el caso de que la relación entre la IA y el trabajo sea más bien complementaria.
Para poder medirlo, los autores construyen una medida de exposición a la inteligencia artificial que cambia en función del sector y la categoría de ocupación de los trabajadores, para posteriormente ordenar a los trabajadores en percentiles en función de ese grado de exposición, donde el percentil 1 sería el 1% de trabajadores menos expuestos a la IA y el percentil 100 sería el 1% de trabajadores con mayor exposición. Tomando datos de tiempo de trabajo y exposición entre 2004 y 2023, ya se aprecia una correlación positiva entre ambas variables, con jornadas laborales casi un 20% superiores entre los trabajadores más expuestos al uso de IA.
Sin embargo, para poder obtener el efecto causal sobre la jornada laboral de un mayor uso de la IA por parte de los trabajadores, los autores estiman un modelo econométrico de diferencias en diferencias aprovechando la irrupción de ChatGPT. Los resultados apuntan en la misma dirección, una mayor exposición al uso de IA tras el surgimiento de ChatGPT generó incrementos significativos en las horas trabajadas. El efecto no es menor, pasar del percentil 25 de exposición a la IA al percentil 75 suponía un incremento de tres horas trabajadas a la semana, un crecimiento relativo cercano al 10%.
Además, los autores encuentran que el impacto de la IA sobre las horas trabajadas fue el triple de fuerte entre aquellas ocupaciones que presentaban un mayor grado de complementariedad con el uso de IA demostrando así que, lejos de suponer un riesgo para el empleo, en este caso el empleo crece con fuerza en el margen intensivo, aunque de forma concentrada en ciertas profesiones.
La gran incógnita que surge tras conocer estos resultados está relacionada con el salario ¿Logran los trabajadores apropiarse de parte de los incrementos de productividad que genera esta relación complementaria entre el trabajo y la adopción de IA? En este caso, la respuesta es mucho menos clara. Aunque el efecto es positivo y estadísticamente significativo sobre los salarios, el efecto es ligeramente menor, algo que los autores explican por la mayor competencia en los mercados donde la exposición a la IA es mayor, lo que deriva parte de las ganancias de productividad entre consumidores y empresas.
Estimando el efecto de una mayor exposición a la IA sobre la satisfacción en el trabajo, el efecto parece ser ligeramente negativo, lo que sugiere que el efecto positivo sobre los salarios no es lo suficientemente grande como para compensar la pérdida de tiempo de ocio que experimentan los trabajadores, especialmente para aquellos que muestran un mayor grado de complementariedad con la IA en su puesto de trabajo, que son los que están experimentando un mayor crecimiento en las jornadas laborales.
Aunque el efecto distributivo que finalmente tenga la llegada de la inteligencia artificial está aún por determinar, y sin duda dependerá también del efecto sobre el empleo y no solo sobre las horas trabajadas, este trabajo pone en cuestión que uno de los beneficios de la IA necesariamente vaya a ser una mayor libertad y tiempo de ocio para los trabajadores, precisamente porque entre aquellos con profesiones más complementarias con la IA, podemos esperar que el tiempo de trabajo aumente a coste del tiempo de ocio, un efecto indirecto de los incrementos de productividad que trae la IA y que, en la medida en la que vaya acompañado con mejoras salariales, no tiene por qué ser una mala noticia.
Actualidad Económica