Todo presidente francés, tarde o temprano, siente la tentación de darse un paseo por el palacio del Elíseo y situarse ante el espejo del general Charles De Gaulle, fundador de la Francia moderna y símbolo de la resistencia contra el nazismo. Los motivos varían en cada época. Pero el viento de guerra potencia siempre el magnetismo de su figura. Emmanuel Macron lleva semanas evocando en silencio al general, con gestos, con el intento de liderar la ofensiva europea por no quedarse atrás en el posible proceso de paz en Ucrania y en la creciente desconfianza hacia Estados Unidos como gran patrón de los ejércitos occidentales. Pero, sobre todo, reivindicando la soberanía e independencia de la defensa militar francesa e invocando la gran decisión que tomó el general en 1959, cuando anunció la llamada force de frappe o fuerza de ataque. Es decir, la bomba atómica.
El presidente de Francia, única potencia atómica de la UE, hace valer su posición para liderar la ofensiva en el proceso de paz de Ucrania
Todo presidente francés, tarde o temprano, siente la tentación de darse un paseo por el palacio del Elíseo y situarse ante el espejo del general Charles De Gaulle, fundador de la Francia moderna y símbolo de la resistencia contra el nazismo. Los motivos varían en cada época. Pero el viento de guerra potencia siempre el magnetismo de su figura. Emmanuel Macron lleva semanas evocando en silencio al general, con gestos, con el intento de liderar la ofensiva europea por no quedarse atrás en el posible proceso de paz en Ucrania y en la creciente desconfianza hacia Estados Unidos como gran patrón de los ejércitos occidentales. Pero, sobre todo, reivindicando la soberanía e independencia de la defensa militar francesa e invocando la gran decisión que tomó el general en 1959, cuando anunció la llamada force de frappe o fuerza de ataque. Es decir, la bomba atómica.
Francia, miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, ingresó en el entonces reducido club nuclear —hoy hay nueve países legalmente reconocidos con esa capacidad—, reafirmó su poderío disuasivo en plena Guerra Fría y descorchó su independencia ante EE UU, que le permitió incluso renunciar a estar en el mando integrado de la OTAN hasta la llegada de Nicolas Sarkozy, el presidente más proestadounidense de las últimas décadas. Hoy, 65 años después, aquella visión regresa en pleno conflicto en Ucrania con un Macron que recuerda al mundo que Francia es la única potencia de la UE con el arma nuclear —también la tiene el Reino Unido, fuera del club comunitario— y que está dispuesta a compartirla con sus socios ante la creciente amenaza rusa, tal y como confirmó en su discurso del jueves por la noche. “He decidido abrir el debate estratégico sobre la [disuasión nuclear] con nuestros aliados europeos. Pase lo que pase, la decisión siempre será tomada y seguirá estando en manos del presidente de la República, el jefe de las Fuerzas Armadas”, anunció Macron durante su discurso, en referencia a un cierto interés en la cuestión del casi seguro futuro canciller alemán, Friedrich Merz.
La realidad es que el debate lleva abierto ya hace muchos años. Él mismo lo hizo en febrero de 2020 en un discurso en la Escuela de Guerra, en el centro de París —el mismo lugar que eligió De Gaulle el de noviembre de 1959— y ante centenares de oficiales de las Fuerzas Armadas.
“Macron ha indicado que podría ser una posibilidad, aunque hay varios obstáculos. En primer lugar, el tratado de no proliferación nuclear (TNP) de 1968 prohíbe explícitamente que un país transfiera o comparta armas nucleares con otro. Así que el ‘compartir armas nucleares’ no es realmente viable”, apunta Michel Goya, excoronel retirado del ejército francés y miembro de la Fundación para la Investigación Estratégica. “Es posible establecer un marco en el que se reconozca que las armas nucleares solo se usarían para defender intereses vitales. En Francia, no se define exactamente cuáles son, pero históricamente se ha considerado que no se limitan a las fronteras francesas. No hay una lista clara de países que Francia consideraría dentro de sus intereses vitales. Por ejemplo, es poco probable que Estonia entre en esa categoría. Además, la decisión de usar armas nucleares recae exclusivamente en el presidente del momento”, insiste.
Francia ha mantenido conversaciones secretas periódicas con otros socios interesados en desarrollar este plan. Y lo que Macron ha sugerido es la posibilidad de desplegar armas nucleares francesas en un país aliado, de manera similar a lo que ha hecho EE UU en Europa. Sin embargo, esas armas seguirían bajo control exclusivo de Francia. Y los intereses vitales, lo ha repetido ya el jefe del Estado, no se limitan a las fronteras nacionales.
Francia tiene dos pilares atómicos: submarinos nucleares equipados con misiles balísticos M51 capaces de alcanzar objetivos a8.000 kilómetros (siempre hay uno patrullando en secreto en algún lugar del planeta)y aviones de combate Rafale, capaces de transportar misiles nucleares aire-tierra. Se estima que tiene alrededor de 40 ojivas nucleares en estos misiles aéreos, además de las de sus submarinos: unas 390 en total. ¿Es suficiente para proteger a toda la Unión Europea? “Es debatible. La estrategia estadounidense ha sido desplegar armas nucleares en Europa para que, en caso de represalia, el ataque ruso se dirija a Europa y no a EE UU. Francia no tiene esa misma estrategia y su arsenal es mucho más reducido que el de EE UU o Rusia”, señala Goya. Un dato que, precisamente, le recordó el jueves el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, a Macron. Moscú acusa a Macron de “chantaje nuclear” y de dejarse llevar por sus ambiciones de convertirse en el “patrón nuclear de Europa” al proponer su paraguas nuclear como alternativa “hasta incluso del estadounidense”. “En Francia hay en total 56 portadores de armas nucleares, cuando EE UU cuenta con 898. La potencia conjunta del componente nuclear de las Fuerzas Armadas de Francia es de 67,2 megavatios por los 1.814 megavatios estadounidenses”, señala el comunicado del Ministerio de Exteriores ruso.
Garantías adicionales
De Gaulle nunca tuvo confianza en la protección estadounidense en caso de que estallase una guerra con la Unión Soviética. Tampoco pensaba que el Artículo 5 del tratado de la OTAN —que prevé la defensa común en caso de ataque a uno de sus miembros— serviría de escudo real en caso de que las cosas se torcieran. Europa se encuentra ahora ante esa duda creciente con dos escenarios posibles desde el primer mandato de Trump, apunta Bruno Tertrais, experto en estrategia y autor de ¿Pax atómica? Teoría, práctica y límites de la disuasión. Uno en el que los europeos, simplemente, están preocupados por el futuro de la protección nuclear estadounidense y buscan una garantía adicional. “En este caso, esto se traduce principalmente en un discurso de Francia y, espero, también del Reino Unido. Ahí podríamos imaginar una mayor implicación de Francia en la seguridad nuclear de Europa, lo que podría incluir visitas o rotaciones de las fuerzas aéreas estratégicas francesas, aunque sin armas nucleares”.
Un segundo escenario, en cambio, sería una ruptura del contrato de seguridad transatlántico. “Aún no hemos llegado a eso. Pero si ocurriera, británicos y franceses se verían obligados a reinventar un mecanismo de seguridad y disuasión para los europeos. En este caso, Francia podría considerar formas de compartir el armamento nuclear, similar a lo que ocurre en la OTAN. Sin embargo, no se pueden desplegar misiles o aviones nucleares en cualquier momento o lugar. No es algo que suceda de inmediato. Sería muy costoso y complejo”, apunta Tertrais.
El papel de Reino Unido es también muy relevante. A diferencia de Macron, sin embargo, el primer ministro británico, Keir Starmer, ha evitado el debate. La disuasión nuclear británica no está concebida bajo el principio de “autonomía estratégica”. Londres, en teoría, dispone de “autonomía operativa”: el primer ministro británico puede, sobre el papel, ordenar un ataque nuclear sin la aprobación de EE UU. Además, fabrica sus propias ojivas nucleares y sus submarinos SNLE. Pero el país solo cuenta con cuatro sumergibles clase Vanguard para garantizar su disuasión nuclear, tras haber abandonado la aviación estratégica en la década de 1990. Además, aquí sí, depende de EE UU para el mantenimiento de los misiles Trident, así como para una parte de sus equipos de alta tecnología.
De Gaulle ya amplió en 1961 las fronteras de una posible amenaza: “Francia debe sentirse amenazada en cuanto los territorios de la Alemania federal y del Benelux sean violados”. Y el antecesor de Macron, François Hollande, subrayó en 2015 que “la definición de intereses vitales no podría limitarse a la escala nacional, porque Francia no concibe su estrategia de defensa de manera aislada, tampoco en el terreno nuclear”.
El presidente francés no compartirá el botón nuclear —la posibilidad de esgrimir el uso de la force de frappe y la decisión de usarla en última instancia— ni delegará en otros la definición de “interés vital”, que permanece en una intencionada vaguedad. Pero sí quiere involucrar en esta nueva empresa a sus aliados europeos. En la isla de Longue, al sur de Brest (Bretaña), la base de la fuerza oceánica estratégica de los cuatro submarinos equipados con misiles nucleares intercontinentales, continuarán esperando novedades más de medio siglo después.
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