<p>En <i>Pedro x Javis</i> faltan Carmen, Victoria y Marisa, pero Antonio sí está. La serie documental sobre Pedro Almodóvar producida por Javier Calvo y Javier Ambrossi sí tiene a Banderas. El actor malagueño es parte de los primeros trabajos de Almodóvar, de los del triunfo internacional y del mejor de los últimos: <i>Dolor y gloria</i>. Que precisamente él fuese el alter ego fílmico de Pedro Almodóvar cerró el círculo. En esa película, Antonio es Pedro y Pedro es un director de cine maduro, homosexual y achacoso. No hay escondites, no hay ambigüedades. Aunque en el fondo tampoco los había en<i> Laberinto de pasiones</i> o <i>La ley del deseo</i>.</p>
Que la palabra «maricón» se use como muletilla para todo, el insulto desactivado, lo grosero convertido en entrañable, es una maravilla. También es muy Almodóvar
En Pedro x Javis faltan Carmen, Victoria y Marisa, pero Antonio sí está. La serie documental sobre Pedro Almodóvar producida por Javier Calvo y Javier Ambrossi sí tiene a Banderas. El actor malagueño es parte de los primeros trabajos de Almodóvar, de los del triunfo internacional y del mejor de los últimos: Dolor y gloria. Que precisamente él fuese el alter ego fílmico de Pedro Almodóvar cerró el círculo. En esa película, Antonio es Pedro y Pedro es un director de cine maduro, homosexual y achacoso. No hay escondites, no hay ambigüedades. Aunque en el fondo tampoco los había en Laberinto de pasiones o La ley del deseo.
Cuando Pedro Almodóvar empezó a aparecer en las listas de personas LGTBIQ+ influyentes, la sorpresa fue ninguna. Pero es que, incluso si él fuese completamente heterosexual, debería estar también en esos rankings: su cine es un referente absoluto y no solo para los Javis, aunque por momentos ellos parezcan ponerse la medalla de hijos maricones predilectos y alumnos favoritos (lo segundo quizá lo sean).
Tanto se habló del triángulo Pedro-Antonio-Salvador en Dolor y gloria (Salvador es el nombre del personaje de la película) que miramos poco hacia otro de sus personajes: Federico. Interpretado por Leonardo Sbaraglia, Federico es el antiguo amante de Salvador que, impulsado por una casualidad muy peliculera, decide volver a verle. Emparejado con una mujer y padre de unos hijos de los que habla con orgullo, Federico es a la bisexualidad cimeatográfica lo que Salvador a la homosexualidad: una realidad importante pero no trágica, un color más del personaje, un color que exige no ser repintado. Federico y Salvador (cuidado: spoiler) se reencuentran, se reconocen, se besan, se desean y se despiden. Todas sus escenas en Dolor y gloria son preciosas.
También lo eran las de Antonio (Antonio Banderas) y Pablo (Eusebio Poncela) en La ley del deseo, película con la que Dolor y gloria dialoga. Pero Antonio y Pablo vivían, si no en peligro, sí en tensión y drama. También habitaban un mundo que, para quien lo veía desde lejos, era morboso, atractivo y aspiracional. Corrían los 80 y Pedro Almodóvar todavía no era un tótem cultural internacional. Su cine «de putas y maricones» siempre lo fue orgullosamente, pero ni los Oscar ni Cannes le habían dado el visto bueno. Almodóvar era un kamikaze y Banderas otro.
Me pregunto si a Banderas algún espectador airado le gritaría «¡maricón!» por la calle en aquellos años en los que el acrónimo LGTBIQ+ no existía y el Orgullo, que sólo era gay, era más marginal que masivo. Que algunos usemos ahora esa palabra como muletilla para todo, el insulto desactivado, lo grosero convertido en entrañable, es una maravilla. También es muy Almodóvar. No digas Orgullo, di las fiestas de San Pedro de Calzada de Calatrava, maricón.
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